Crónicas del Camino (1)

   El jueves 14 de abril amaneció tormentoso.  El cielo estaba cubierto de nubarrones cargados de un azul intenso que ya habían descargado algo de bendiciones sobre la tierra.  No me agradaba mucho la idea de andar bajo la lluvia aquel día.  Como suele suceder en muchas mañanas de nuestras vidas, también el dolor nubla nuestra capacidad de vivir en la alegría… hasta que descubrimos, en algún momento, que ese mismo dolor que nos agobiaba… también nos ha traído bendiciones. 


   Lo que hace falta es dar un paso al frente, a pesar de todo; luego otro paso, y seguir caminando.  Así que, ya en camino, en el colectivo que nos transportaba por el puente Carretero hacia Santa Fe, veía cómo se despejaba, de a poco, el cielo tormentoso, dejando paso a mansas nubes blancas.

   A veces, la incertidumbre nos impide disfrutar del momento presente.  Nos inquieta el futuro (cercano o lejano) o tememos el habernos equivocado en el pasado (reciente o antiguo).  Esto se manifiesta en las circunstancias cotidianas.  Y son fruto del pensamiento.  El pensamiento, cargado de condicionamientos y recuerdos de pasadas experiencias, nos vela la posibilidad de conectar con este momento, con el instante presente.  Por eso, mientras esperábamos el 13 que nos transportaría a Alto Verde, hacía caso omiso a las sugerencias del pensamiento, disfrutaba del fresco viento y observaba el temblor de un perrito acurrucado junto a una pared.  Verdaderamente estaba allí.  ¿Pues qué significa vivir sino estar allí donde uno está, intensamente y con todas la fuerza de la intención puesta en ello?

   Vi en el reloj, varias veces, que íbamos a llegar a tiempo.  Nunca había estado en Alto Verde, así que no conocía el recorrido ni la distancia ni el tiempo que se necesitaba, pero confiaba en que llegaría, según los horarios previstos con la amiga docente que había hecho posible esta visita.  Pero, como suele ocurrir, una circunstancia adversa se cruzó, literalmente, en nuestro camino: un camión descargaba materiales y obstruía la calle, que era apenas un estrecho corredor de tierra arenosa.  El chofer, notoriamente acostumbrado a estas eventualidades, esperaba pacientemente.  Yo miraba una y otra vez el reloj, y veía desvanecerse mis aspiraciones de puntualidad.  Sin embargo, había una calma de fondo.  Todo sucede como tiene que suceder.  Nuestra vida no se construye con las circunstancias, sino con la manera con que afrontamos y vivimos las circunstancias.  Ante un mismo evento, una persona se enoja, otra se sonríe y otra se encoje de hombros.  Las eventualidades, y más aún el dolor, sacan a la luz lo que hay en nuestro interior: lo mejor y lo peor.  Así actuamos: con lo que llevamos dentro.

   El sol brilló sobre un girón de cielo celeste cuando arribamos a la Escuela N° 533.  En un aula pequeña y acogedora, aunque apenas iluminada, se encontraba un grupo de docentes junto a la directora, todos reunidos en un remolino de palabras que traslucían los desafíos que enfrentan en la escuela.  Franca camaradería, risas cómplices entre comentarios bromistas sobre la situación de algunos de ellos, y el infaltable mate que nos congrega. 

   Los desafíos, los problemas y las carencias, las incógnitas, los dolores y las experiencias que tiñen, como acuarelas, el pensamiento de los docentes, son el punto de partida para presentar esta Pedagogía de la Alegría.  Comenzamos a mirar con una mirada diferente aquello a lo que estamos acostumbrados.  Comenzamos a mirarnos a nosotros mismos para descubrir nuestros propios condicionamientos.  Comenzamos a generar paz dentro de nosotros mismos.  Trabajando sobre nuestra propia transformación interna, al momento de encontrarnos frente a un niño que sufre, tendremos la paz necesaria para contenerlo y el amor con el que necesita ser amado.  Tal vez no haya una familia que lo apoye, tal vez su entorno social no lo estimule positivamente, tal vez parezca que hay más “contras” que “pro”… Sin embargo, que una persona los mire y los trate con amor puede ser el punto de inflexión en sus vidas.  Por eso es tan importante que los docentes se sientan bien. 

   ¿Cómo hacemos para generar paz dentro de nosotros mismos? 
   Un auxilio eficaz es el aprender a sentir el propio cuerpo para pacificar las sensaciones y emociones que nos invaden.  Oscar Ramos, instructor de Prácticas Internas, nos guió durante unos breves minutos para poder tomar conciencia de nuestro cuerpo y de sus tensiones, y nos ayudó a cambiar ese estado.  Pero este relato… lo dejo para otra Crónica del Camino.

   Mi gratitud a la Directora y a las y los docentes de la Escuela n° 533 de Alto Verde (Santa Fe, Argentina) por su amabilidad al recibirnos.

                                                                                                                   Alejandra Lucía Rotf

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