Relato
Zen
Un
monje se quejaba
de que el maestro no hablaba claro.
Un
día de primavera, mientras estaban paseando
por
el campo, el alumno dijo:
“¡Qué perfume el de las flores!"
El
maestro le replicó:
“¿Ves cómo no te oculto nada?”
Nada más oculto que la realidad cotidiana.
¿Por qué? Porque la mente forja un sinnúmero de conceptos y después pretende
que la realidad responda a ese prejuicio.
Lo
visible está a dos pasos, sin embargo, el hombre mira a dos kilómetros y, por
lo tanto, todo le parece borroso y oscuro.
¿Qué
pueden mostrarle los maestros a quienes miran a lo lejos? Se dice que así como resulta imposible
explicarle la belleza de una puesta de sol a un ciego de nacimiento, la
sabiduría de los sabios tampoco reside en sus enseñanzas: si así fuera,
cualquiera podría convertirse en sabio leyendo sencillamente los “Diálogos” de
Platón o el “Canon Pali” budista.
Extracto de “El Zen en la literatura y la pintura”,
de Samuel Wolfin, Kier.
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