“Un niño debe crecer sin temor.
Debe tener un sentido de integridad (…)
Comprender que uno tiene miedo o no ama es un hecho inmenso,
sólo el comprender.”
“K y la educación”
en “Dentro de la mente”,
de Jiddu Krishnamurti
Cuando el amor es el camino que
transitas con tus alumnos, hay alegría todo el tiempo.
Tal vez alguien diga: “Tengo que reprenderlos cuando no se comportan
correctamente.”
La diferencia fundamental entre una madre y una maestra es que el
niño (o la niña) se sabe amado por su
madre, ya que no sólo salió de su vientre y se alimentó de su leche, sino que
además ha sido alimentado con afecto durante todos los días de su vida. Si esto no ha sido así, se manifiestan en el
niño problemáticas de todo tipo: desde conductas agresivas hasta
enfermedades. Salud física y psicológica
están en dependencia del amor que recibe o del cual experimenta carencias. Mas sabiéndose amado, no se antagoniza con su
madre cuando ella le llama la atención o lo reta.
En el caso escolar, muchas veces se producen roces en la relación con
los alumnos debido a la conducta incorrecta de éstos y a los retos provenientes
del docente. Esto ocurre más seguido al
inicio de clases, cuando apenas se conocen y aún no se han descubierto
mutuamente, ni se comprenden el uno al otro.
También es más factible que quien reciba la reprimenda no la acepte ni
se corrija, sino que aumente su rebeldía o incurra nuevamente en acciones incorrectas.
Si logras que un alumno te quiera, su obediencia para contigo será
natural y no forzada. Será más sencillo
corregirlo, porque el afecto guiará tus actos y él los asimilará como “la leche
materna”.
En cambio, si tu autoridad se basa en el dominio, no se establece una
relación natural. El temor no deja lugar
para el amor. Si tus alumnos te temen,
no tendrás su amor. El camino se
encontrará plagado de espinas y dificultades.
Cuando se siente amados, cuando experimentan tu afecto, entonces confían
en vos, y te “permiten” que los corrijas.
La alegría fluye en el aula, fruto del amor.
Tal vez alguien diga: “Mi trabajo es enseñar. Yo me enfoco en que
aprendan. Pero es tan difícil… Hay tantos chicos con problemas de aprendizaje…”
Es cierto. Y he visto cuántos de
esos chicos poseen una lánguida mirada de tristeza, pues no “encajan” en el
mundo que los rodea. Su existencia cada
día se inicia con la maestra particular; luego, por la tarde van a la escuela;
de ahí a la cita con la psicopedagoga; más tarde, la tarea en casa con mamá.
Tanto para los que no tienen dificultades de aprendizaje como para con
aquellos que sí las tienen, la “receta” es la misma: una alta dosis de amor y
de alegría.
Si logras que un alumno te quiera, podrás hacer cualquier cosa… él o
ella aprenderá. Si tiene dificultades,
entonces serás creador de maravillas, verás milagros realizados. Pues el amor despierta nuestra intuición y
nuestra creatividad, nos inventa caminos donde parecía imposible trazar senderos.
Amor y alegría van de la mano. El
afecto tiene que ser demostrado, lo tienen que sentir. Y, cada día, la alegría tiene que manifestarse
en pequeños gestos.
Si logras que un alumno te quiera,
todo se dará por añadidura.
Capít. 7 del Libro “Pedagogía de la
Alegría” de Alejandra Lucía Rotf
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