La espera te pone en una situación sin relax, porque uno “espera” que pase algo. Y en la espera del futuro
(mediato o inmediato), rara vez se vive en la situación presente con
plenitud. La mente va hacia el futuro
una y otra vez, sin descanso, apurada por el porvenir, deseando que llegue de
una vez; o frustrada por algún suceso pasado, temiendo lo porvenir como
consecuencia de ello; o por el motivo que sea (podrías tú poner miles de
ejemplos). Incapaz de estar en el presente,
no se siente lo que es ni lo que está sucediendo alrededor o en lo interior, no
se disfruta el vivir.
Pero aún peor es la expectativa. La expectativa es una sensación incómoda de
por sí. Porque a la “espera” se suma el
deseo de que algo efectivamente suceda, con el consiguiente temor a que no
llegara a suceder, lo cual implicaría una posible frustración. Un encadenamiento de emociones sobre algo que
aún no ha acaecido.
El Dr. Yang Ywing-Ming dice en su
libro “La Raíz del Chi Kung chino” que “la expectativa es la peor alteración
emocional”. Y agrega:
“Lo que vaya a ocurrir, ocurrirá.
Lo que no vaya a ocurrir, no ocurrirá.”
Y aquí tenemos una clave para
escapar a la espera y a la expectativa, con todo su cúmulo de ansiedades y
emociones.
Memorizamos y repetimos sin cesar (de modo que lo guardemos en el “disco rígido” de nuestra
cabeza) la sencilla frase:
“Lo que vaya a ocurrir, ocurrirá.
Lo que no vaya a ocurrir, no ocurrirá.”
Es un mecanismo automático en
nuestra mente la recurrencia a aquello que hemos hecho o aprendido por
repetición (como hablar, escribir, conducir…).
Cuando se presente una situación en la que esté envuelto el “drama” de
la expectativa, nuestra mente recurrirá automáticamente a su “antivirus”: la
frase que nos calmará en ese momento, y que por repeticiones conscientes la
habíamos grabado en el subconsciente.
En medio de la espera, vuelves a
repetir, una y otra vez:
“Lo que vaya a ocurrir, ocurrirá.
Lo que no vaya a ocurrir, no ocurrirá.”
Y te ocupas de lo que te tengas que
ocupar en el momento presente. La mente
se despeja. Las emociones no se
disparan. Una sensación de calma e
incluso paz nos invade.
Lo curioso que suele suceder (como
me acaba de pasar a mí mientras escribía este texto) es que en el momento en
que “liberas” la expectativa, y “dejas ir” el futuro, verdaderamente…
el futuro llega en forma de respuesta inmediata a tu inquietud, liberándote aún
más.
Es una experiencia exquisita. Pruébala.
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Alejandra Lucía Rotf
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